sábado, 7 de noviembre de 2009

Volver a Echesortu



*y aunque no quise el regreso siempre se vuelve al primer amor


El tiempo recompensó a Daniel Boccanelli con su regreso al barrio Echesortu. Atrás había quedado su tortuosa salida en medio de escenas lacrimógenas de sus tías y la amplia gama de parientes incluidos sus primos los de la chuequera futbolera. En el olvido también fue enterrado aquel precario empleo en Santa Mónica con un horrendo vino californiano de última hora y la desdicha del inmigrante que a la media hora de haber arribado quería saber cómo había salido Central. Era tiempo del reencuentro. Doce años separaban a Daniel de la última vez que había tomado aquel café con el flaco Muguerza en Essedra. Doce años que no veía a su hermana, Marcela, madre de dos pibes, separada de su marido y de la vida.

 

No sentía en absoluto ganas de mostrar sus pergaminos de emigrante. Sus viajes a Disney, sus vacaciones en Jamaica o su Van Chrysler equipada para viajes largos. Era el tiempo del reencuentro.

 

La añoranza le había hecho un nudo en su vida en los últimos años. No podía tolerar la idea de no volver a reencontrarse con imágenes, olores e iconos de su infancia y adolescencia. Poco le importaba que al regreso lo encontraran mas gordo, mas pelado y con modismos norteamericanos. La recompensa seria tan grande que el mayor ultraje o cargada por parte de la gente que él amaba sería tomado como una bendición del tiempo. Lejos quedaba el resentimiento de la partida como cuando abandono aquel empleo de cobrador de cuotas de la mutual de trolebuses para comunicar que viajaría a Norteamérica en medio de la perplejidad de su entorno. No era tiempo de pasar facturas viejas. El tango del regreso tenía ya sus primeros compases y Daniel en horas estaría en la Argentina.

 

Volver a Echesortu, a recorrer sus cortadas, a tomar un porrón helado con los amigos mientras se ven inexpresivos partidos de la recopa de Europa. A contar anécdotas viejas, gastadas, sepultadas por el tiempo. A sentir de nuevo ese calor sofocante de las noches de verano, a rozar el cuerpo transpirado en aquel mítico ventilador Caeba.

 

No había tiempo ni animo para el resentimiento el abrazo con su vieja y sus hermanos esta a horas. Volver a ver un partido de básquet contra Atalaya, comerse una pizza la popular, ir a La Florida.

 

Aquel muchacho que caminaba por la calle Constitución con vaqueros nevados, cuando ya habían pasado de moda, su remera fruit Of. The loom y sus castigados zapatos canadienses volvía dando cátedra, si quisiera, de superación material aunque su almita de barrio no se lo permitía.

 

Esa perplejidad abobada por el modernismo, aquellos desayunos con cereales y cítricos de La Florida, esos intentos por sentirse menos lejos compartiendo algunas charlas con argentinos en la distancia quedarían sepultados. aunque sonara chauvinista, retrógrado o como se llame no cambiaría por nada volver a sentir el gusto del bife a la plancha, los olores de la alacena y tener el regreso en la mano.

 

 

 

Aquellas tardes de abusiva melancolía en Pasadena estaban por saldarse.

Por las ventanillas del avión de United que lo llevaría a Ezeiza Daniel imaginaba con regocijo la recompensa del alma.

Unas bolsas del free shop, unos cigarrillos Kent chinos, los amigos, un auto, autopistas y estar más cerca de Echesortu

El avión sobrevolando el Amazonas, en el infinito verde, toqueteando la pantalla táctil eligiendo el menú de películas para llevar mejor la espera.



Nunca nadie entenderá porqué razón la fuerza aérea brasileña confundió  un avión de linea comercial con un ataque islámico a Uruguayana

 

Sic transit glori mundi

“asì son de transitorias las glorias de este mundo”


Original de 2006, escrito en el edificio Guernica de Wheelwright y Corrientes

Tocado "apenitas" en setiembre de 2020, en Tucumán y Roca